Con un precio de u$s390, Kirobo Mini mostrará sus encantos en los hogares de Japón desde el próximo año.
Este robot humanoide de 10 centímetros de altura, 183 gramos de peso y enormes ojos que se iluminan en tonos naranjas y amarillos es capaz de reconocer expresiones gracias a una cámara y así identificar el estado de ánimo del propietario, en función del que ajusta su forma de hablar y sus movimientos.
Kirobo Mini es capaz además de iniciar una charla de manera espontánea, ya sea de alguna anécdota que le hayan relatado, los seteos que establezca el usuario o bien a partir de información obtenida del auto o el hogar, datos que le llegan gracias a una aplicación.
El robot está pensado para fomentar la interacción entre humanos y máquinas, centrado sobre todo en la comunicación y de ahí que no sea capaz, por ejemplo, de funcionar como Pepper, que trabaja incluso en algunos bancos y comercios como asistente. De hecho, permanecerá sentado la mayor parte del tiempo.
La aplicación, con una cuota mensual de u$s3, permite a Kirobo Mini conectarse a un vehículo para mostrar datos sobre recorridos o bien funcionar como asistente para evitar accidentes. Además, permite ponerse en contacto con un hogar inteligente y de ahí saber si puertas y ventanas están cerradas, por solo dar un par de ejemplos.
Kirobo Mini es la nueva apuesta de una multinacional japonesa en el sector de los robots tras los lanzamientos de Pepper de Softbank -cuyos primeros 1.000 ejemplares comercializados en 2015 se agotaron en apenas diez minutos– o el Robohon de Sharp, el primer móvil robótico del mundo, que salió a la venta en mayo.
El dispositivo, que cuenta con una autonomía de 2,5 horas de conversación continua, no quiere ser un sustituto del smartphone -un sector que busca liderar el Robohon-, sino un complemento.