Por Sebastián Serrano – CEO de Ripio
Muy a menudo la gente nos pregunta cómo dar los primeros pasos en el mundo Bitcoin. Es que, en los últimos meses, la cotización de la moneda digital creció un 80% hasta estabilizarse hoy en torno a los u$s1.000.
Según Bloomberg, Bitcoin se convirtió en la mejor inversión del 2016 por sobre cualquier intercambio de divisas, índice bursátil o contrato de mercancías.
Lo cierto que el proceso para comprar bitcoins por primera vez es mucho más sencillo de lo que la gente ajena a las tecnologías financieras imagina y no muy diferente al que están acostumbrados a realizar cotidianamente cuando acceden a sus correos, redes sociales o plataformas de home banking.
Lo primero que la persona debe hacer para comprar (y/ovender) bitcoins es registrarse en una billetera digital (en la Argentina hay varias) y luego validar su identidad para asegurar su cuenta. Una vez que el usuario es dado de alta, ya puede comprar sus primeros bitcoins.
Algunas billeteras, como Ripio, permiten a sus usuarios cargar saldo por transferencia bancaria o en efectivo desde cualquier sucursal de Pago Fácil o Rapipago, de la misma forma que uno paga un servicio o factura.
Ya con saldo de su billetera (lo permitido es entre $200 y $10.000 por carga), el usuario puede comprar bitcoins de forma inmediata o directamente pagar en cualquier comercio o sitio web que acepte pagos digitales.
Esos bitcoins también pueden ser almacenados de forma segura o enviados instantáneamente a cualquier otra billetera del mundo. Cuando el usuario así lo decide, también puede venderlos (transferirlos a moneda local) a su cuenta de banco.
Al iniciarse en la compra y venta de bitcoins, la mayoría de nuestros usuarios nos comentan que el proceso es mucho más simple y práctico de lo que imaginaban. Es que la tecnología y las plataformas que giran en torno al ecosistema bitcoiner trabajan para que los barreras de acceso a los pagos móviles sean cada vez menores.
El principal objetivo de startups como Ripio es democratizar el acceso a la economía digital y ampliar el acceso a los servicios financieros a la población no bancarizada, que en Latinoamérica alcanza el 70%. Para esto es indispensable que el sistema sea cada vez más simple para todos.